Caminamos con la matera al hombro a paso lento por la rambla. Las palabras se transforman en monosílabas. El viento se hace suave. Y el sol se empeña en anunciar que es el final. Los colores del cielo toman toda la paleta de los rojos. La gente va dejando la playa cargando reposeras y heladeras con sándwiches que todos siempre comimos. Él se lo ve más tenso que de costumbre. Repitiendo la frase que me solía decir, le susurro: “relajala”. Él agradece el consejo, pero reconoce motivos para estar así. Dejar atrás la ciudad de Mar del Plata para irse a estudiar a Buenos Aires era motivo no sólo de tensión sino de un cagazo bárbaro ¿Cómo puede estar un borrego de 17 años, a mediados del mes de febrero cuando se está por ir a vivir sólo en Buenos Aires para estudiar ingeniería química? Es verdad tenía razones para estar así, pero yo trataba de despreocuparlo. Le digo que seguramente se haga buenos amigos, le digo que las distancias con los avances de la tecnología y el transporte se acortaro
Un lugar nada común en el mundo con pensamientos propios lejos de modelos, modos de acción, universales y rutinas impuestas. Un lugar en el mundo de libertad y expresión. Un lugar en el mundo para la originalidad. Sin pretensiones de ser el mundo, tan solo un lugar para estar.