Habrá sido en el año 2005; o tal vez un año antes o un año después. La Semana Santa me encontró misionando en el pueblo de Antinaco, en La Rioja, a la base del Cerro Velasco. Me quedó grabado hasta el día de hoy la emoción de un joven sacerdote que celebraba su primera semana santa. Se trataba de José Gette, un jesuita de pocas palabras y de una hondura especial. “Es la encarnación del Espíritu Santo” , lo describieron acertadamente en la Revista Reflejo del colegio. “Es el rostro de la bondad” , me recordaron en estos días. Mi mirada adolescente no terminó de registrar la profundidad de ese momento , pero sí conservó la conciencia de estar ante algo importante. Le pasaba a él. Nos pasaba un poco a todos nosotros . Mi mirada adolescente en realidad había registrado mucho más. “Celebrar mi primera semana santa acá hace que no me la olvide más” , dijo al pasar. O al menos yo registré que dijo. *** La señora se quejaba porque le exigían trabajar para cobrar el plan mientras que al re
Un lugar nada común en el mundo con pensamientos propios lejos de modelos, modos de acción, universales y rutinas impuestas. Un lugar en el mundo de libertad y expresión. Un lugar en el mundo para la originalidad. Sin pretensiones de ser el mundo, tan solo un lugar para estar.