En mi última misión antes de entrar al seminario fui rector de MTA. Algo desbordado porque no todo pasaba como mis afanes de control esperaban, exigían y querían el entonces asesor de la misión, el p. Facu, me ubicó con esas máximas que perduran para siempre: “MTA es escuela” . Desde esa perspectiva no interesaba que todo funcionara a la perfección sino que sea una ocasión de aprendizaje, de crecimiento en la fe, en la vida, en la propia personalidad. Varios años después cuando me va tocando ponerme en el lugar de Facu, sin ponerme colorado, vuelvo a esa gran verdad cuando no todo sale como esperábamos, pensábamos o suponíamos. Misionar en tiempos de pandemia . La escuela de MTA se parece mucho a estudiar en la UBA: entras con un objetivo claro, pero a la larga te terminas dando cuenta que ese objetivo inicial es tan importante como lo que va pasando en el camino. La fe no es una foto, es la disposición para estar en movimiento . La sensación es que a veces se aprende más anotándose e
Un lugar nada común en el mundo con pensamientos propios lejos de modelos, modos de acción, universales y rutinas impuestas. Un lugar en el mundo de libertad y expresión. Un lugar en el mundo para la originalidad. Sin pretensiones de ser el mundo, tan solo un lugar para estar.