El anuncio de mi vocación repentinamente me transformó en una persona pública. De este modo, algo tan íntimo como el encuentro con Dios que me invita a seguirlo desde el sacerdocio podía ser objeto de comentarios de cualquiera. Mi inserción en lo público tenía como buen antecedente mi trabajo en la Subsecretaría de Transporte de la Ciudad. Ahí algo tan íntimo y personal como mi propio trabajo podía ser objeto de comentarios de los mismos cualquiera. Recuerdo cómo en ese tiempo pasaba salidas, reuniones o cumpleaños explicando la conveniencia de que Santa Fe fuera doble mano o justificando que se achiquen las calles para crear ciclovías. Ahí y ahora uno se hace el indiferente, pero es indudable que esos comentarios no pasan desapercibidos. Recuerdo que una de esas personas que se atrevieron a comentar mi respuesta a la vocación fue uno de mis no amores adolescentes, María. La objeción que ella me transmitió a través de facebook era que estaba loco porque ser sacerdote era esta
Un lugar nada común en el mundo con pensamientos propios lejos de modelos, modos de acción, universales y rutinas impuestas. Un lugar en el mundo de libertad y expresión. Un lugar en el mundo para la originalidad. Sin pretensiones de ser el mundo, tan solo un lugar para estar.