El Viernes Santo con la Liturgia de la Adoración de la Cruz nos deja picando la pelota para adentrarnos en la humanidad de Jesús. Es que en pocos momentos de su vida la humanidad queda tan evidenciada como en el día de hoy. Tan potente es su humanidad que hoy Jesús murió. Y esto no es un decir, no es una representación, no es una metáfora. No. Jesús hoy muere ¿Nos damos cuenta de lo que esto significa? Hay que meterse. Muchas veces tengo la impresión de que anunciamos a un Jesús flemático. La repetición anual de la Semana Santa no nos ayuda. Terminamos acostumbrados y con la sensación de que cada día es parte de un trámite para llegar al domingo. Un Jesús flemático es un Jesús que agacha la cabeza y pasa sin mostrarse demasiado, sin sentir demasiado, sin afectarse demasiado. Es un Jesús pasivo y mero receptor de hechos que tajantemente debe seguir porque así lo determina la voluntad del Padre ¿Es que a este tipo no le entran balas? No es posible afirmar un Jesús tan ajeno a
Un lugar nada común en el mundo con pensamientos propios lejos de modelos, modos de acción, universales y rutinas impuestas. Un lugar en el mundo de libertad y expresión. Un lugar en el mundo para la originalidad. Sin pretensiones de ser el mundo, tan solo un lugar para estar.